Hoy se conmemoran los 50 años del fatídico terremoto y maremoto de 1960 en Valdivia

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*(Artículo enviado por la Unión Comunal de Juntas de Vecinos de Corral)

Lo que ocurrió en el Sur de Chile en mayo de 1960, es uno de los fenómenos naturales más impactantes que le ha tocado vivir al hombre en este último siglo.

En aquellos días de mayo, debemos decir que el Sur de Chile se encontraba la Industria del Carbón en huelga desde hacía 3 meses.

El Gobierno de la época en un intento de quebrar el movimiento, ordenó bloquear el envío de alimentos a la zona, además, si consideramos la gran pobreza que existía en la época, podemos decir que el país no se encontraba en las mejores condiciones para enfrentar una crisis como esa.

Por ese entonces, en Chile había alrededor de 7.683.200 habitantes.

21 de mayo de 1960.

Era un día sábado 21 de mayo, a las 6:02 A.M. (Hora de Chile), todavía en plena oscuridad.

Toda la zona de la península de Arauco fue sacudida por un sismo cuya magnitud fue 7.75 grados en la escala de Richter, que alcanzo una intensidad VII en la escala de mercali.

Este sismo tuvo 19 epicentros, algunos de ellos en el mar.

Un día después el 22 de mayo de 1960.

Eran las 14:55 P.M., se detecta un gran sismo, con probable epicentro en el mar.

El cual tuvo una duración de 10 minutos.

Más tarde se comprendería que este verdadero cataclismo tuvo 37 epicentros que entraron en acción como una gran cadena. Estos se repartían de Norte a Sur en una extensión de 1.350 kilómetros, lo que constituyen unos 400.000 km2 .

La magnitud máxima registrada fue de 9,5 grados en la escala de Richter, y constituye la mayor magnitud registrada de un terremoto en la historia sísmica mundial.

El fuerte movimiento abarcó 13 provincias desde Talca hasta Chiloé, incluyendo 11 Provincias afectadas por el terremoto del día anterior. La intensidad máxima alcanzada fue de XI en escala de Mercalli modificada en la Zona de Valdivia, pero revisando los desastres provocados en algunas zonas, bien se pudo haber asignado una intensidad de XII. Lo que sobrevino después fue indescriptible: Derrumbes, Ruinas, Incendios, Inundaciones, una lluvia copiosa y el Maremoto.

En Valdivia, una vez pasada la primera impresión se pudo ver la magnitud de los daños.

Este fenómeno en un principio fue atribuido a un aumento del nivel de las aguas del mar, pero luego se explico la verdadera razón del anegamiento: el terreno de la región se hundió con respecto de su nivel anterior al terremoto, una franja de 20 a 30 Km de largo y 500 Km de ancho se hundieron de golpe, unos 2 metros.

El día 22 en la zona de Corral. Un poco antes de las 15:00 horas, se empezó a moverse la tierra y vio en el mar manchas oscuras como si fueran Ballenas, era la arena del fondo agitándose y subiendo hacia la superficie.

La primera ola.

Llegó a su destino a las 15:25 hrs, media hora después de comenzado el terremoto.

«Durante 5 minutos el agua se quedó quieta, 4 ó 5 metros arriba de su nivel normal. Había tres navíos en el puerto de corral: el Santiago, el San Carlos y el Canelos. Los tres rompieron sus amarras; el Santiago, de 3.000 toneladas, cruzó por encima del rompeolas de concreto y los tres fueron arrastrados a la deriva. A las 16:10 hrs. el mar comenzó a retirarse a toda velocidad, con un ruido impresionante, como de succión metálica sobre una rugiente catarata. Como si fuese una nebulosa, un banco de arena que normalmente se encontraba a tres metros de profundidad, emergió del río. La gente gritó: «¡Estamos perdidos: un volcán!».

No se sabía qué pasaba, si el mar se retiraba o la tierra se levantaba…

La segunda ola llegó unos 20 minutos después, a las 16.20 hrs.

Con una altura de 8 metros y a la espantosa velocidad de 150 ó 200 Km. Por hora. A su estrépito formidable se mezclaban los gritos de las mujeres, ya que la mayoría de los hombres, desde la retirada de las aguas, había descendido para intentar salvar, en esa maldición de cataclismo caído sobre su miseria cotidiana, los objetos aún recuperables.

La ola como una mano gigantesca que arrugara una hoja de papel trituraba las casas una tras otra, en medio de un gigantesco crepitar de maderos rotos.

En 20 segundos apiñó al pie de la colina un montón de ochocientas casas aplastadas como cajas de fósforos. Al momento de comenzar el terremoto, algunos pescadores, arrastrando a sus mujeres y niños, saltaron a sus barcas y huyeron.

Desde lo alto del cerro se vio flotar a esas canoas sobre la ola «suave», después de ser arrastradas por el reflujo encolerizado, y finalmente tragadas en un instante, sin dejar huella, por la muralla líquida que avanzaba hacia tierra… El mar permaneció alto durante 10 ó 15 minutos. A continuación se retiró con el mismo ruido de succión monstruosa.

Una hora más tarde se vio aparecer a lo lejos la tercera ola.

«Era más alta que la precedente, 10 u 11 metros, pero la velocidad no parecía rebasar los 100 Km. por hora. Tras reventar contra el montón de madera acumulado por la segunda ola, el mar permaneció quieto poco más de un cuarto de hora, antes de retirarse, siempre con el mismo espantoso ruido metálico de succión… Los tres barcos habían sido arrastrados como si fueran fetos. El San Carlos se hundió casi de inmediato. El Santiago zozobró a los tres días en alta mar. El Canelos, primero a una media milla, lejos de Corral, tras la segunda retirada del mar; después, a 1.500 metros río arriba de la desembocadura, adonde la tercera ola lo transportó a una velocidad aterradora».

Los eventos ocurridos en Chile nos dejan importantes lecciones, que no debemos dejar pasar por alto.

La prevención y educación acerca de los fenómenos naturales es una importante labor, que debemos realizar con la suficiente visión para no alarmar a la población, si no que, guiarla hacia conductas y hábitos seguros, como lo son: el control de calidad de la construcción y la cultura sísmica en la sociedad, entre otras.

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