El magisterio Valdiviano se vio sorprendido ante la inesperada partida de la maestra Sonia Navarro Cantin, más aún cuando la partida de Sonia afecta también a otro docente, su marido Guillermo Gavilán, prestigioso entrenador de atletismo, quién fue su compañero de toda la vida.
Quienes la conocieron, la describen como una mujer luchadora y amante de su familia, razón por la que emprendió obras y esfuerzos. Incansable, corriendo de una a otra escuela y los fines de semana preparando y vendiendo ceviche, para aumentar el presupuesto familiar, escaso en la casa del maestro y la maestra chilena.
Homenaje
Ante este doloroso acontecimiento, muchos fueron los que quisieron despedirla en su postrera jornada: familiares, amigos y colegas. Estos últimos no quisieron dejar pasar la oportunidad para dedicarle un sentido y profundo homenaje, que se representó en estas emotivas palabras:
“En esta lluvia de recuerdos que hicimos entre sus colegas de la otrora «escuelita Helvecia» que reunía a maestros y a maestras de mil caminos, todos y todas coincidimos en que Sonia, siempre fue de una línea, leal como pocas, con quienes tenía en su corazón y se ganaban su amistad.
Allí estuvo Sonia, en primera línea, fundando el sindicato, apoyando al despedido o despedida de turno, cuando comenzaron a soplar otros vientos en la familia de la escuela Helvecia.
Sin duda su sello fue la alegría, esa de bromas y carcajadas que evoca nuestro oído y si algo no le agradaba…su cara lo expresaba.
También en nuestros oídos se queda su voz, que entusiasta se unía a cada canto, en los momentos de encuentro en la sala de profesores y profesoras. Talento innato que la llevó a concretar con su sobrino Tito, el recordado conjunto folclórico de la escuela y a participar en el coro de la catedral.
Esa suma de estos y otros momentos se quedan, ciertos de que los últimos años de su vida, fue un merecido recreo de amor y compañía de sus hijas, hijo y de su fiel Willy, que como lazarillo guió cada uno de sus pasos.
En nuestros rostros se dibuja una sonrisa en honor a su alegría…y esperamos que para este viaje no te hayas olvidado de llevar la «panoca»……”
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Marisol Molina




