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El crecimiento por el crecimiento

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20 Septiembre 2014.

Guido Asencio Gallardo, Académico Universidad de Los Lagos y Miembro Núcleo Desafíos Regionales ULA

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En esta columna se analiza el crecimiento económico, cuando se torna un fin en sí mismo, sin el acompañamiento adecuado de políticas públicas y planes estratégicos que puedan hacer seguimiento a los múltiples efectos, que se ven reflejados en el entorno de un país.

Es legítimo que cualquier persona, pueda en algún momento preguntarse ¿para qué le sirve a un país crecer económicamente?, y para algunos la respuesta puede ser casi instantánea, pues creen que existen beneficios que vienen en forma automática. Sin embargo, no es la intención juzgar a priori una respuesta simplificada, sino que, poner sobre la mesa algunos antecedentes que llaman a reflexionar de forma más holgada, acerca de los efectos que tiene para un país el hecho de crecer económicamente.

La intención de ésta instancia no es criticar per se el crecimiento económico, pues se reconoce que es necesario para el desarrollo humano, para el emprendimiento empresarial, la innovación, la inversión, la reinversión, etc. No obstante, la preocupación se centra en plantear que todo crecimiento debe tener ciertas limitaciones. Muchos ambientalistas plantean que en un planeta finito no se puede crecer infinitamente, no hay otro planeta para consumir, los recursos naturales ya se están haciendo escasos, y en eso hay que crear conciencia activa, es decir, no sirve con solamente saber que el problema ambiental está instalado, sino que lo importante es hacerse cargo de cuál es el rol que le corresponde asumir a cada uno desde su posición en la sociedad.

Si analizaremos el contenido de la mayoría de los discursos políticos, podríamos encontrar la palabra crecer repetida muchas veces, donde suenan rimbombantes frases como: “estamos creciendo más que antes”, “pasaremos a ser el país más grande”, “nuestras proyecciones de crecimiento son auspiciosas”, “este año superaremos nuestras expectativas de crecimiento”, “con este crecimiento se espera superar la pobreza…” y un largo etcétera. En esto resulta legítimo volver a la pregunta inicial ¿y para qué crecer tanto?, y ampliarla aún más ¿a quién o quienes beneficia directamente tal crecimiento?.

Es natural la aspiración de un país de ser cada vez mejor, pero el crecimiento por el crecimiento no tiene lógica alguna sin el acompañamiento de políticas públicas que consideren como mínimo, la mantención permanente de un equilibrio entre los factores de producción, por medio de un enfoque distributivo, buscando la tan anhelada equidad social que tanto se habla, pero poco se concreta. Más que crecimiento, se necesita aspirar a un verdadero desarrollo, eso implica sacar de la retina ese afán economicista de crecer solamente para obtener mayor rentabilidad económica, debido a que se debe estar consciente que existe un entorno que respetar, por medio de acciones concretas que confluyan en una armonía entre el uso de recursos naturales y la convivencia entre los seres humanos.

Ya lo demostró el país con mayor cantidad de habitantes a nivel mundial, China creció económicamente en promedio al orden de un 10% durante casi una década. Sin embargo hoy es el país que ha sufrido las consecuencias del crecimiento desmedido, producto de ello, tiene a Pekín que, por estos tiempos, es una de las ciudades más contaminada del mundo. El crecimiento económico le pasó la cuenta, y ahora está obligado a generar una serie de políticas públicas, que tratan de enmendar el daño causado principalmente al medioambiente. Aunque logró algunos de los tantos objetivos que se había planteado inicialmente, tales como: posicionar al gigante asiático como el país de mayor importancia en materia comercial, y avanzar progresivamente hacia una sociedad con mayores oportunidades, tuvo que asumir los altos costos generados.

Como dato, es preciso señalar, que en el año 2010, China comenzó un proceso político y administrativo denominado la “Reforma de Apertura”, la cual tiene como uno de sus principales componentes, propiciar un crecimiento armónico, proponiéndose frenar intencionalmente el crecimiento económico, con lo cual reconoce que los excesos no son viables en ningún lugar del mundo, eso es ciertamente una enseñanza para toda la humanidad.

Con el ejemplo de China, se debe aprender que, es absolutamente necesario que las políticas públicas en cualquier materia, se piensen de un para la sociedad discutidas en cuatro paredes, a niveles centralizados, y con esto aprovechar los aspectos democráticos que tienen los países occidentales, para pasar a diseñarlas desde su génesis, con el concepto de un con la sociedad, haciendo valer de verdad la participación ciudadana, no como un mero mecanismo de difusión, sino incluyendo directamente las opiniones y sugerencias de los entes involucrados (los llamados stakeholders) tales como gremios, comunidades rurales, comunidades indígenas, sectores empresariales, etc. los cuales legítimamente, siempre tienen algo que decir, debido a que representan las fuerzas vivas de la sociedad, que cada vez es más dinámica y compleja.

Joseph Stiglitz Premio Nobel de Economía en el año 2001, lo advirtió en su momento, cuando dijo que “el crecimiento tiene que ser inclusivo y solidario, llegar a la gente marginada del boom económico”, en esto, un país debe entender que junto con mejorar sus índices económicos, tiene la obligación de generar políticas públicas inclusivas, para que realmente se sienta ese auge económico en todos los ciudadanos. Ahora bien, para que esto se cumpla es fundamental el rol del aparato público y privado, buscando alternativas que condicionen la bajada hacia los sectores más vulnerables, en cuanto a mejorar por ejemplo la infraestructura de viviendas sociales, el desarrollo tecnológico, el gasto en seguridad y protección a todos los ciudadanos, entendiendo que el establecimiento de una sociedad más justa se concibe valorando las reales oportunidades que les corresponden a cada persona.

Otro autor que se habla críticamente a la crecimiento económico es Edward Abbey (1927-1989), quien se refiere al crecimiento económico “como una célula cancerígena”, abocándose justamente al crecimiento por el crecimiento, señalando que la acumulación de capitales trae consigo una mera satisfacción de algunos, que carece de visión de futuro, el cual termina por colapsar tarde o temprano, teniendo efectos colaterales en la mayoría de la población, que difícilmente pueden ser remediados en el tiempo.

En definitiva, es posible encontrar a muchos otros autores que advierten que el crecimiento sin control, puede resultar muy peligroso para el desenvolvimiento de los países, el planeta y la humanidad en general, lo importante es como se menciona en esta columna, hacerse cargo del problema desde sus distintas esferas, ejecutando acciones concretas, que permitan generar transformaciones que ayuden al planeta a respirar y no lo sigan comprimiendo como se está haciendo hasta ahora.

Guido Asencio Gallardo

Académico Universidad de Los Lagos

Miembro Núcleo Desafíos Regionales ULA

 

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