Por Rodolfo Arriagada Villanueva. Profesor de Educación Básica.
21 enero 2019.- Imaginemos por un momento, al sistema escolar de nuestro país, como un gran estadio de fútbol en el que toda la comunidad quiere ingresar, pero no todos tienen permitido el ingreso, unos porque no pueden, otros porque la administración de turno no se los permite (no están las condiciones para que estén cómodos, se argumentaba).
Después de varios intentos de mejorar el ingreso al recinto, se dispone que una parte del estadio, no tendrá ningún tipo de limitaciones, pero aun así existen variadas barreras que no permite el acceso de todos los miembros de la comunidad.
Otra parte del estadio, será con derecho de admisión y solo podrán ingresar quienes cumplan con ciertos requisitos y por supuesto, tengan los recursos económicos suficientes para solventar el ingreso a este sector del estadio. Por supuesto, en este sector, habrán algunos privilegios “mínimos” ya que por el simple hecho de garantizar el pago, se le agregará algún mechandising o algún valor agregado propio del evento.
Al poco tiempo, quienes siempre quedaban afuera del recinto, comenzaron a reclamar… “Ver el espectáculo es un derecho”, argumentaban. Esto originó incomodidad en los espectadores que siempre estaban y por supuesto, molestó a los que pagaban, debido que entre ellos, habían surgido diferencias, pues no conformes con solo estar siempre, comenzaron a exigir mejores ubicaciones y mayores comodidades, que aprovechadas por pequeños microemprendedores, a cambio de un pago extra, comenzaron a sectorizar los diversos sectores de la parte asignada para el pago, pero a su vez, comenzaron a ocupar parte del espacio asignado como sin costo.
Debido a todos los inconvenientes y reclamos existentes, una de las administraciones de ese estadio, decidió crear una ley que entregara una mayor posibilidad a todos para ingresar a este, lo que permitía que de alguna forma, todos estuviesen con todos, en todas las galerías del estadio, aunque siendo justo, la platea y las galerías Vip, no fueron incluidas dentro de esa ley.
Esto generó un magro descontento, de quienes siempre a través de un pago, habían recibidos privilegios en la ubicación dentro del recinto, ya que para asegurar una entrada a ese estadio, se debía solicitar por internet a través del sistema de aceptación al estadio (SAE) y no siempre el SAE otorgó el asiento que el espectador deseaba.
Producto de esos reclamos la nueva administración, decidió legislar sobre el tema nuevamente. “Ingreso justo” lo llamaron. Solo que esta iniciativa simplemente buscaba regular qué asiento ocupen los que ya estaban al interior estadio pero no decía nada y no proponía mejora alguna para las personas que siguen quedando fuera de todo evento que se realiza en ese estadio. Personas con discapacidad, migrantes o neurodiversas, a pesar de todo el revuelo, siguieron quedando fuera y lo que es peor, en ningún momento se les entregó alguna respuesta satisfactoria de porqué solo podrían soñar que ellos en algún momento, también podrían ser parte del público que asiste frecuentemente y que participa en el sistema educativo… Oh perdón, verdad que era un estadio…
En resumen, una “admisión justa” sería generar estrategias que permitan el ingreso y la permanencia en el sistema educativo, de los grupos que históricamente no han sido parte de este y no de crear instancia que beneficien a quienes ya están dentro del mismo.
Justicia, sería eliminar el articulo Nº 7 de la ley de inclusión, ya que permite que a los únicos que se puede seguir seleccionando es a los niños con discapacidad.
ESO SI sería una admisión justa… La ley era en la otra dirección Sr. Presidente…