“La tecnología es un sirviente útil, pero un jefe peligroso” (Sir Arthur C. Clarke).
La anterior afirmación nos plantea esa disyuntiva: que la tecnología podría considerarse como un arma de doble filo. Hoy en día en la sociedad se quiere otorgar la posibilidad de que las personas manejen más tecnología de manera productiva y beneficiosa para su día a día, no obstante, muchas veces la tecnología es ocupada solamente como medio de entretención y no como un foco productivo.
Pero para seguir adelante con esta reflexión es necesario hacernos la siguiente pregunta: ¿Qué entendemos por tecnología? Es un proceso y una capacidad de transformar y construir algo nuevo. Es todo aquello que fue creado por los humanos para satisfacer una necesidad o para solucionar un problema.
De acuerdo con la teoría de la tecnología evolucionada existen 3 fases: Herramientas, Máquinas y Automatización. Aunque no lo creamos, la tecnología inició con el hallazgo del filo de una piedra que lograba cortar. Desde ahí la tecnología ha ido evolucionando en relación con el contexto histórico, hasta llegar a nuestros días, en donde la música, televisión y todo tipo de consumo multimedia junto a un sinfín de nuevas tecnologías, han dado importantes pasos, particularmente en la última década.
A partir de una serie de estudios se puede sostener que en la actualidad más de un 60% de la población tiene acceso a algún tipo de red de internet. A eso se suma que existe un alto porcentaje de personas que poseen aparatos tecnológicos, cifra que llega a los casi 3.000 millones de personas y se puede encontrar a más de 2.000 billones de usuarios que realizan compras por internet. Todo esto según un estudio realizado el año 2021 (Santander Universidades).
Considerando su aplicación, debemos tener en cuenta que, si nos ayudara de manera favorable en nuestra vida cotidiana, nos organizaríamos, aprenderíamos e incluso llevaríamos registro de nuestras metas personales, Así como también acortaríamos la distancia física con nuestras amistades y familiares; de esta manera tendríamos una comunicación fluida y diaria. Por otro lado, si hablamos de eficiencia, podemos hablar del aumento de la productividad y la eficiencia en el desarrollo de actividades y tareas en menor tiempo del esperado. Todo esto gracias a la gran cantidad de información que se posee en los sitios de internet, lo que debiera permitir tomar decisiones más acertadas y reducir errores.
Frente a lo anterior, surge la necesidad de hacerse la siguiente pregunta: ¿Por qué esta magnífica tecnología científica, que ahorra trabajo y nos hace la vida más fácil, nos aporta tan poca felicidad? Pueden existir muchas respuestas a ella, no obstante, el connotado físico Albert Einstein sostenía que “aún no hemos aprendido a usarla con tino”. (Tecnología, tiempo y felicidad, 2021).
Por otro lado, si hablamos de la influencia de la tecnología en las relaciones humanas, podemos decir que favorece el acortamiento de la brecha espacio-tiempo, permitiendo un canal de comunicación mucho más fluido. No obstante, a nivel de socialización y de comunicación al interior de la familia, por ejemplo, notamos que todo aquello que nos favorece la tecnología para acortar la brecha espacio-tiempo se vuelve contradictorio al momento de evaluar la calidad de las relaciones interpersonales.
Gracias a los avances tecnológicos han surgido nuevos métodos de empleo, así como nuevos oficios cuya tendencia es el sedentarismo. Una situación que nos pone en riesgo de enfermedades cardiovasculares, obesidad, diabetes y cáncer, según afirma el doctor Mauricio León. Igualmente ocasiona falta de sueño, estrés, tensión. Mientras más evoluciona la tecnología, el trabajo humano va disminuyendo, puesto que la labor tecnológica se comienza a sobrevalorar. De todos los aspectos negativos que hemos podido observar, algunos de los más relevantes son la depresión y el aislamiento social, daños en la audición y problemas oculares. Un uso poco correcto de la tecnología puede derivar en trastornos como la Adicción a Internet, la Nomofobia (miedo irracional a no tener el móvil o a estar incomunicado a Internet). O el Síndrome FOMO (el cual trata de un tipo de ansiedad social causada por la impresión de que el resto del mundo está teniendo experiencias gratificantes y divertidas en nuestra ausencia. Esto provoca la necesidad de estar siempre conectado y un miedo irracional a la sensación de estar perdiéndose algo). La tecnoadicción es el deseo constante e incontrolable de estar conectado a la tecnología en todo momento, causando una dependencia que acaba afectando y deteriorando la calidad de vida de la persona. Otro factor relevante es la pérdida de noción del tiempo, debido a que los usuarios pasan demasiadas horas conectados a tal punto de olvidarse de sus respectivas responsabilidades, causando una gran acumulación de tareas pendientes, provocando que comience el aislamiento social, donde no se crean relaciones intrafamiliares y toda su comunicación es vía red social o vía internet.
Otro factor a considerar es la obsolescencia. Esta es la caída en desuso de máquinas, equipos y tecnologías motivada no por un mal funcionamiento del mismo, sino por un insuficiente desempeño de sus funciones en comparación con las nuevas máquinas, equipos y tecnologías introducidos en el mercado. De la misma existen diversas variantes, pero nos enfocaremos en dos de las más relevantes.
El sociólogo Roberto Barbeito hace la siguiente reflexión sobre la obsolescencia psicológica: «Los consumidores estamos habituados a valorar lo nuevo”. Explica que: «En las sociedades industriales, urbanas, los consumidores valoran, en general, lo nuevo como algo positivo y lo viejo como algo negativo». En otras palabras, la persona se crea la idea de que el producto deja de ser el que se publicita como última tendencia, lo que trae como consecuencia el reemplazo del producto.
Por otro lado, tenemos la obsolescencia programada, que consiste en que los fabricantes programan un artículo para que deje de funcionar después de un determinado tiempo, el que -en algunos casos- misteriosamente coincide con el término de la garantía. Esto pasa por el simple de hecho de que si algo dura para siempre, no lo vuelves a comprar, la empresa no produce y, por lo tanto, pierde dinero. Un ejemplo de obsolescencia puede ser iPhone, ya que terminado el tiempo de garantía el celular comienza con fallos y al no poder repararlo, te encuentras en la obligación de comprarte otro. Y no podemos dejar de lado el gran daño que produce la obsolescencia al medio ambiente, puesto que la mayoría de los productos que supuestamente ya no funcionan son desechados principalmente a países de África.
Para concluir, podemos instalar la siguiente reflexión: es cierto que la tecnología facilita nuestra vida diaria y es un gran avance para nuestra sociedad, lo cual es innegable porque, por ejemplo, la tecnología utilizada de forma racional en el campo de la ciencia ha abierto una serie de mundos y espacios. No obstante, es un producto adictivo que está afectando a toda nuestra comunidad. Entre otras cosas, ha generado que los jóvenes entre 17 a 20 años dediquen más de 5 horas al día a estar frente a una pantalla y no sociabilicen con jóvenes de su edad.
Es por eso que la tecnología debe ser usada conscientemente pues, como venimos afirmando, junto con ser beneficiosa, también tiene muchos efectos perjudiciales, en especial en niños y adolescentes, dado que tienen acceso a demasiada información y páginas no adecuadas para sus respectivas edades. Además, suele traer problemas en la comunicación con los padres e incluso trastornos que los pueden afectar por el resto de su vida. La reciente pandemia por COVID-19 al parecer ha incidido notablemente en estas situaciones, ya que las personas se han visto en la obligación de pasar más tiempo conectados, tanto por el teletrabajo, las clases online o por el simple hecho de pasar el tiempo durante el confinamiento. Todo ello ha resultado en que los usuarios se hayan vuelto más antisociales y más dependientes de la misma. Por su parte, muchas empresas se han visto beneficiadas pues han ido creando más aparatos para en apariencia “facilitar la vida de las personas”.
La clave aquí está en no volverse dependiente de la tecnología, ya que de no manejarla de manera correcta se vuelve invariablemente en nuestra contra. Tal como señala la cita con la que cerramos este artículo: “Nos estamos convirtiendo en esclavos de la tecnología. Estamos sustituyendo objetos de uso habitual por accesorios tecnológicos que no solo no nos ayudan, sino que lo complican todo y nos obligan a aprender a utilizarlos” (Guillermo Valiente Rosell).