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Nelson Huaiquimil, sacerdote mapuche: “La radicalidad de unos y el desconocimiento de otros es lo que suscita el conflicto mapuche”

Conversamos con este sacerdote católico mapuche y exlíder juvenil, sobre el conflicto entre el pueblo mapuche y el Estado de Chile. Para él la integración cultural es la clave, aunque reconoce que no es una tarea fácil e incluso él mismo ha tenido sus conflictos personales entre sus identidad cultural y religiosa.

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Seguramente, el padre Nelson Huaquimil Ñancufil es uno de los sacerdotes más queridos de la Diócesis de Valdivia, habiendo sido párroco en las Parroquias de Paillaco, Santa Inés de Valdivia y ahora en Futrono. Junto con su trabajo pastoral siempre ha manifestado su orgullo por ser mapuche, lo que lo ha acercado a muchas comunidades de la región.

¿Cómo fue que un joven mapuche de Pitrufquen, la tierra de Calfucura, se hizo sacerdote católico?

Soy el menor de diez hermanos. He vivido un proceso de intercultaridad que vamos experimentando todos. Así como muchos mapuche conocí a Jesucristo y me hice cristiano. Una vez que entra al caminar de la fe hay que hacer opciones permanentemente, algunos se olvidan de lo que es su cultura, otros la defienden y no se genera diálogo, y otros vamos por el camino del diálogo y la integración, donde no se pierde la identidad y se ayuda a que otros vayan aceptando la cultura de cada pueblo.

¿Cómo se hace ese trabajo de integración entre el catolicismo y el mundo mapuche?

No es fácil, es más fácil retirarse del ministerio para defender la causa mapuche u olvidarse completamente de su cultura. Pero la idea es hacer un diálogo permanente, todos los días. Este proceso te puede crear conflictos en tu búsqueda espiritual y en tu identidad.

¿Usted también ha vivido esos conflictos?

Claro, son los conflictos interiores que uno va teniendo, por eso algunos piensan que es imposible ser mapuche y católico, pero claro que es posible porque Cristo no viene a destruir tu cultura, ni tu identidad, sino que la viene a engrandecer todavía más.

En su juventud usted estuvo muy involucrado en el movimiento mapuche.

Si, fui parte de la directiva nacional de una organización llamada Nehuen Mapu, donde abogábamos por el perfeccionamiento de todos los jóvenes mapuche para tener una mano de obra calificada.

¿Cómo ve el conflicto entre el pueblo mapuche y el Estado de Chile?

Me preocupa el radicalismo, cuando no se promueve el diálogo y también cuando hay cierto desconocimiento. En el tema de las tierras el conflicto se suscita cuando nuestros peñis piden el 100% de las tierras, lo que es imposible porque hay personas que lo habitan y se han establecido ciudades. También cuando otros dicen: “no, no vamos a devolver nada, porque somos los dueños”, pero antes otros fueron lo verdaderos dueños, y esas tierras se compraron con engaños y a precios muy bajos. Para mí la compra de tierras tiene que ser porcentual de acuerdo a las tierras que tuvieron nuestros antepasados. Por ejemplo, se devuelve un 30%.

En la devolución de terrenos pasa que a comunidades de Traiguén las envían a Paillaco, por dar un ejemplo. Estas tierras deberían ser para las comunidades paillaquinas, a quienes también se las quitaron. No tenemos por qué hacer estas irrupciones que es mucha violencia.

¿Qué medidas se deberían tomar para ir solucionando el conflicto?

Una medida sería asegurar una representación política mapuche en lugares donde hay una población significativa, eso es algo que han implementado países como Nueva Zelanda y Canadá. Para mí fue algo positivo que se planteó en la primera propuesta constitucional.

Insisto acá en la integración. Pienso que los Te Deum deberíamos hacerlos interreligiosos, sumando a las creencias mapuche.

¿Por qué hay una división tan grande en el mundo mapuche?

Lamentablemente es así. No tenemos que dejarnos utilizar ni política, ni ideológica, ni comercialmente. Hay una utilización de la causa mapuche para cosas que no tienen nada que ver, como la droga y el tráfico de armas.

Pero esta división es lo que pasa también en la sociedad chilena, donde el nivel de intolerancia es muy grande, y se ha creado un estilo de vida, basada en hablar mal del otro, sin hacer propuestas.

¿Cómo ha sido su relación con las comunidades mapuche de la región?

En general muy bien, porque me siento un peñi más cuando estoy en medio de mis hermanos y hermanas. Tampoco siento que al ser sacerdote tuviera una dignidad mayor. Ni me cuestiono la forma de pensar o proceder, aunque si en sus inicios cuando me encontraba con gente que no quería que hicieran una Misa, en vez de una ceremonia mapuche. Ahí me ido adecuando a lo que la comunidad va pidiendo, no me hago conflicto con eso.

Pero tampoco me he involucrado tanto en el conflicto mapuche para no perder el foco, que le ha pasado a algunos sacerdotes que no son mapuche y se envuelven tanto, que terminan perdiéndose a sí mismos.

¿Cuál cree que debería ser el rol de la Iglesia católica en el conflicto mapuche?

Ser agente facilitador del diálogo. No podemos hacer mucho más. Pero habló no solamente de la Iglesia católica, sino de las demás religiones que hay en Chile. Yo voy más allá del ecumenismo, abogo por el diálogo interreligioso e intercultural, lo que nos ayudará a entender como podemos proceder para que ninguna parte quede dañada, ni ninguna parte salga ganadora, respecto a otros.

Aunque la Iglesia muchas veces ha protegido a los indígenas, ¿por qué últimamente muchas comunidades abrazan la religión evangélica, especialmente en su vertiente pentecostal?  

Esto se explica porque la manifestación religiosa en el mundo mapuche es mucho más espontanea y se relaciona más con la creatividad en el culto mismo, por eso, gana popularidad en vez de las manifestaciones que son más formales. Lo mismo le pasa a la Iglesia anglicana, que entabló el primer diálogo con los mapuche, de hecho, el primer hospital intercultural fue creado por los anglicanos.

No obstante, muchas personas que han participado en las iglesias pentecostales sienten que perdieron su identidad mapuche y se terminan retirando, y por eso surgen líderes más violentos que creen que les robaron su identidad, lo que los lleva a una postura de defensa ante una agresión.

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