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Reconectando con la naturaleza: La inspiradora historia de una agricultora orgánica en La Unión

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Esta serie de reportajes tiene su base en el proyecto «Sembrando Futuro: Historias de Emprendimiento Sostenible», financiado por el Fondo de Fomento de Medios de Comunicación Social y el Consejo Regional de Los Ríos, el cual busca visibilizar las experiencias de mujeres emprendedoras en la agricultura sostenible de la región de Los Ríos mediante la creación de ocho reportajes escritos. Estos reportajes no solo destacarán las vivencias y logros de estas mujeres, sino que también pondrán en valor el impacto de las políticas públicas de programas como INDAP, FOSIS, PRODESAL y PDTI en sus trayectorias.

El objetivo es promover prácticas agrícolas sostenibles, concienciar a la comunidad sobre la importancia de estas acciones y fortalecer el rol de las mujeres en la superación de brechas de género y socioambientales.

Capítulo 2: “Revitalizando el Suelo” – La Agroecología en Chile y el Mundo

La agroecología es una disciplina que integra principios ecológicos en la producción agrícola, buscando equilibrar la obtención de alimentos con la conservación del medio ambiente y la equidad social. El cuidado del suelo es central en este enfoque, siendo un recurso vital y ecosistema vivo que alberga microorganismos esenciales para la salud de las plantas. La degradación del suelo debido a prácticas intensivas y al uso excesivo de químicos amenaza la seguridad alimentaria y la sostenibilidad ambiental.

En Chile, la agroecología ha resurgido gracias a movimientos campesinos e indígenas, educación y apoyo gubernamental. Iniciativas como las de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI) y agricultoras como Florentina González Rain -cuya historia conoceremos en este artículo- demuestran los beneficios de las prácticas orgánicas para la salud y la calidad de vida.

A nivel mundial, la agroecología es reconocida como una solución viable ante desafíos como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Países en América Latina, Europa y África están adoptando prácticas agroecológicas, respaldadas por políticas e iniciativas internacionales como las de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Pacto Verde Europeo. Aunque existen desafíos económicos y de acceso al conocimiento, las oportunidades se encuentran en la innovación tecnológica, la creciente conciencia del consumidor y la colaboración internacional.

La inspiradora historia de Florentina González, agricultora orgánica de La Unión

En el kilómetro 21 y medio de la localidad de Los Leones, de la comuna de La Unión, vive Florentina González Rain, una pequeña agricultora que ha encontrado en la tierra no solo su sustento, sino también su esencia y bienestar.

Florentina nació y se crio en Collico, cerca de Valdivia, en el lado norte. Su camino la llevó a Santiago, donde trabajó durante gran parte de su vida. Sin embargo, el llamado del campo fue más fuerte. «Después, con mi viejo nos vinimos al campo. Es volver a reencontrarse con el pasado de uno. Ha sido reconfortante, como vivir de nuevo, tomar otra experiencia de vida. Me siento conectada, con energía. Me siento parte de la naturaleza», comparte con entusiasmo.

Su esposo, mecánico de profesión y criado en Parral, también aporta su conocimiento del campo. Juntos, han construido una vida basada en la agricultura orgánica y sostenible. «Aquí nosotros producimos frambuesas, hortalizas. Tenemos aves, pavos, gallinas, patos y corderos. Para el consumo y para vender», explica Florentina.

A pesar de las dificultades que enfrentan los pequeños agricultores para comercializar sus productos, no se desanima. «Aquí viene la gente a comprar. Y si no, yo voy a vender a la feria o afuera de los supermercados, cuando no me corretean, porque esa es la realidad. A los pequeños agricultores nos cuesta vender, pero hay que animarse y ser perseverante, porque la gente una vez comprando vuelve», afirma con determinación.

La falta de apoyo institucional es un obstáculo constante. «Siempre las mayores ayudas, tanto del Estado como de cualquier institución, son para el que tiene más y para el que tiene más educación, porque sabe pedir mejor. Uno no tiene tantas palabras como para estar pidiendo», reflexiona.

Uno de los pilares de su trabajo es la agricultura orgánica. «Aquí esto es sin químicos, libre de químicos. Desde que compramos esta parcela, nunca se le ha echado nada. Todo ha sido orgánico: con lo de los corderos, las gallinas, las hojas. Si se corta el pasto, los restos de comida, todo se va dejando. Se hace un compost y uno después, cuando siembra, se prepara todo eso con esos guanos».

Florentina utiliza prácticas sostenibles, como el uso de cal orgánica y ceniza de árboles nativos, y combate las plagas con métodos naturales. «A veces me meto a internet cuando llega aquí el internet, que generalmente llega tarde en la noche. Ahí me pongo a leer y a ver cosas, porque también uno ahí aprende a hacer para no tirar químico», explica.

La diferencia entre sus productos y los cultivados con químicos es notable. «Es completamente diferente, 100%. Las cosas tienen color, olor, sabor y un porte diferente. Las lechugas, cuando las saco, llegan a crujir al sacarlas de la tierra. Los tomates, uno los come con cáscara y le va a encontrar un buen sabor, como era antes. Hemos logrado poder comer de nuevo», comenta con orgullo.

Sin embargo, lamenta la falta de conciencia y educación sobre la importancia del suelo y la naturaleza. «Falta conciencia, falta educación y falta más respeto por la naturaleza. La gente se acostumbró a lo más fácil: va a una parte, compra unos litros de algo y los tira, y después siembra, sin importarle todo el daño que está haciendo. A veces sí saben, pero no les interesa».

Florentina observa que muchas personas, a pesar de entender las ventajas de lo orgánico, optan por lo químico por comodidad. «Es opcional, no es que les falte conciencia, incluso puede ser algún estilo de vida», reconoce.

En cuanto al papel de la comunidad y la institucionalidad, enfatiza la necesidad de un cambio de actitud. «La misma gente es muy inconsciente, que no le interesa. No importan los hijos, los nietos, lo que va a pasar en el futuro, no les interesa eso. Porque ahora la gente tiene mucha regalía».

A sus 68 años, Florentina disfruta de una vida saludable y activa gracias a su conexión con la tierra. «Trabajo. Yo me sorprendo de repente, digo: ‘¿Cómo estas chicas tan jóvenes?’ Y se cansan, no tienen fuerza, no hacen nada. Y yo no, hago mis cosas lo más bien. Igual mi viejo, él trabaja, pero es por la buena alimentación, por lo sano. Y si estamos respirando aire puro, ¿por qué tenemos que nosotros mismos intoxicarnos? Encuentro que es absurdo».

Para ella, su estilo de vida se traduce en una mejor calidad de vida tanto física como mental. «Calidad de vida. Sí, eso es absoluto», concluye con una sonrisa que refleja la satisfacción de vivir en armonía con la naturaleza.

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