El futuro es intercultural
La interculturalidad en Latinoamérica representa un horizonte fundamental para el desarrollo de sociedades inclusivas, donde la diversidad cultural se convierte en una herramienta para el fortalecimiento de la identidad y la cohesión social. En la región, la historia ha estado marcada por procesos de colonización y exclusión de los pueblos indígenas y otras minorías culturales, lo que hoy nos desafía a crear políticas y prácticas que promuevan la convivencia respetuosa entre diferentes culturas. La perspectiva intercultural, además, no puede entenderse sin incluir a los jóvenes rurales, quienes son clave para revitalizar y transformar las comunidades rurales a través de su vínculo con las tradiciones y sus nuevas ideas para el futuro.
En Chile, este esfuerzo por construir una sociedad intercultural cobra relevancia no solo en el contexto de la relación con los pueblos indígenas, sino también al considerar la realidad de los jóvenes rurales que habitan en estas zonas. Los jóvenes rurales, muchos de los cuales provienen de familias campesinas e indígenas, enfrentan desafíos específicos: escasas oportunidades de educación superior y empleo, además de una desconexión entre las políticas urbanas y sus realidades locales. No obstante, su papel es crucial en la preservación y transmisión de las culturas ancestrales y el desarrollo de nuevas prácticas sostenibles. Las políticas de educación intercultural y desarrollo rural que reconozcan estas particularidades pueden convertirse en un puente para que los jóvenes rurales contribuyan al desarrollo de sus comunidades, integrando sus saberes y cosmovisiones en una sociedad más inclusiva.
El futuro intercultural en Chile y Latinoamérica dependerá de la capacidad de construir un diálogo genuino que valore la diversidad cultural, reconociendo tanto los saberes tradicionales como las aspiraciones de los jóvenes rurales. Este enfoque demanda una transformación social que no solo incluya cambios en las políticas públicas, sino también un esfuerzo por reducir las brechas entre lo urbano y lo rural, fomentando una integración donde las nuevas generaciones, especialmente en las zonas rurales, se conviertan en actores clave de una convivencia democrática y sostenible.
Jóvenes rurales: La historia de Yenifer Quilampan
En el corazón de la región de Los Ríos, en el sector rural de Regina, Yenifer Quilempan Colihuinca dedica su vida al campo, no solo como agricultora, sino también como dirigente comprometida con las futuras generaciones de jóvenes rurales. Desde sus tierras, Yenifer es parte de la agrupación local y nacional de jóvenes rurales de La Unión, y también representa a su comunidad en la mesa directiva nacional. Su rol va más allá de cultivar la tierra: está decidida a impulsar un cambio generacional en el agro, incentivando prácticas agrícolas sostenibles y rescatando el conocimiento ancestral que considera vital para el futuro.
Para Yenifer, la agricultura no es solo un medio de sustento, sino un eslabón fundamental en la seguridad agroalimentaria del país. «En el agro, el recambio generacional es fundamental para la seguridad agroalimentaria. Comemos tres veces al día y esos alimentos los producimos nosotros, así que es crucial que las políticas de apoyo sean concretas y no solo transitorias. Sin acciones claras que respalden el trabajo de los jóvenes en el campo, no podremos lograr el cambio necesario para mantener una agricultura sostenible”. afirma. Por eso, su objetivo está en promover prácticas que respeten y restauren el medio ambiente, permitiendo que las próximas generaciones puedan disfrutar de los mismos recursos. De esta forma, la conservación de prácticas y saberes ancestrales se vuelve no solo una misión cultural, sino un imperativo ambiental.
Con el deterioro de los suelos debido al uso intensivo de productos químicos, Yenifer y otros jóvenes del sector han optado por regresar a métodos de cultivo tradicionales. “Hoy en día, nos encontramos con suelos degradados por el mal uso de químicos en la agricultura. Por eso, hemos vuelto a prácticas ancestrales que usaban nuestros antepasados, como el uso de abonos orgánicos y el rescate de semillas tradicionales. Estas semillas, a diferencia de las transgénicas que solo sirven una vez, permiten una producción sostenible. Estas prácticas, además de conservar la calidad del suelo, aportan a la biodiversidad del entorno”. En este contexto, organismos como el Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP) han comenzado a valorar y apoyar la conservación de suelos y semillas, promoviendo prácticas agrícolas sostenibles en sectores rurales.
Al no usar químicos, estos agricultores jóvenes logran fomentar una mayor biodiversidad en sus tierras. “La responsabilidad de mantener vivas estas prácticas recae tanto en el Estado como en los agricultores. El Estado debería generar leyes para restringir el uso de químicos, que afectan incluso a los productores orgánicos cuando sus tierras son vecinas a terrenos contaminados. Es un trabajo conjunto, donde todos debemos aportar para garantizar la seguridad y calidad de los alimentos”, enfatiza.
A pesar de los desafíos, Yenifer mantiene viva la esperanza de que el recambio generacional en el agro se consolide y que las futuras generaciones comprendan la importancia de la agricultura como fuente de vida y sostenibilidad. «El tiempo no está alcanzando. La sequía y el calentamiento global nos están afectando, y es fundamental tomar conciencia a tiempo,» advierte. Como representante de los jóvenes rurales, sabe que el futuro de la agricultura en Chile depende de que los jóvenes se interesen en el campo y adopten prácticas que cuiden los recursos naturales.
«Mi mayor desafío es crear conciencia sobre la importancia de la agricultura en las futuras generaciones. Debemos cuidar el suelo y los recursos naturales, que son limitados. Como sociedad, tenemos que atesorarlos y aprender a usarlos adecuadamente. La sequía y el calentamiento global son realidades, y debemos actuar ahora para preservar el agua y los recursos para las próximas generaciones».
La historia de Yenifer Quilempan no es solo la de una joven agricultora, sino la de una líder que lucha por un cambio estructural en la agricultura de Chile. Al rescatar las prácticas ancestrales, promover políticas sostenibles y motivar a los jóvenes a interesarse por el campo, Jennifer y sus colegas siembran un futuro más equilibrado y consciente, en el que el campo sea sinónimo de vida y sostenibilidad para las próximas generaciones.