Cada 27 de septiembre, el Día Mundial del Turismo nos invita a reflexionar sobre una industria que, lejos de ser un mero engranaje económico, toca fibras profundas de identidad, territorio y cultura. Este año, la consigna es clara: “Turismo y Transformación Sostenible”.
Pero, ¿qué significa realmente? La sostenibilidad no es un eslogan ni una promesa a futuro; es la única vía posible si queremos un turismo que sea justo, equilibrado y capaz de enriquecer tanto a quienes viajan como a quienes habitan los destinos.
Un turismo sostenible debe hundir sus raíces en la memoria de los pueblos, reconociendo en la artesanía, la gastronomía y las expresiones culturales no un souvenir exótico, sino el pulso vivo de una comunidad que se abre al visitante. Esta idea, cercana al llamado Turismo Creativo, no solo potencia experiencias auténticas, sino que ofrece a las comunidades una manera digna de generar ingresos y preservar su identidad.
Los desafíos son múltiples. Aún carecemos de infraestructura en zonas de enorme valor geológico, lacustre y arqueológico. El turismo de montaña en la Provincia del Ranco, por ejemplo, exige accesos seguros y propuestas inclusivas que permitan acercar esos paisajes a más personas sin comprometer su fragilidad. Y al mismo tiempo, urge formalizar la oferta turística, porque no podemos hablar de calidad y confianza sin transparencia sobre qué alternativas reales están disponibles para los visitantes.
La sostenibilidad no se juega solo en el entorno natural, sino también en la experiencia humana. Cada guía, cada emprendedor, es embajador del territorio. En sus palabras y gestos transmiten, consciente o inconscientemente, un mensaje sobre cómo relacionarnos con la tierra que pisamos. De ellos depende, en gran parte, que los visitantes entiendan que cada lago, cada sendero, cada pieza de arte local merece respeto y cuidado.
Otro desafío pendiente es ofrecer espacios justos y visibles para que los artesanos puedan mostrar y vender su obra. No como una postal secundaria, sino como un encuentro genuino entre culturas. Allí se revela la esencia de lo que el turismo puede llegar a ser: un diálogo entre lo propio y lo foráneo, un intercambio que enriquece a ambos lados.
Hoy quiero enviar un saludo a todos quienes, desde la Provincia del Ranco y la Región de Los Ríos, dedican su vida a abrir el territorio al mundo. A los emprendedores turísticos, que cargan sobre sus hombros tanto sueños como responsabilidades. A los estudiantes que se forman en liceos y centros técnicos con la esperanza de construir un turismo más humano y sostenible. Su tarea no es menor: aprender con disciplina, trabajar con pasión y, sobre todo, ejercer esta profesión con el corazón.
El turismo puede ser motor de transformación. Pero esa transformación solo será legítima si nos conduce a un futuro donde el visitante no sea un extraño, sino un invitado; donde la naturaleza no sea recurso, sino herencia; y donde las comunidades no sean escenario, sino protagonistas.
Por Sebastian Peralta, docente y guía en Turismo.