El ingreso de figuras del espectáculo al Congreso refleja un síntoma preocupante: la política está perdiendo seriedad y vocación de servicio. En vez de buscar representantes con principios, valores e integridad, la ciudadanía está reemplazando la trayectoria por la fama.
Este fenómeno, lejos de fortalecer la democracia, la debilita.
La política no puede reducirse a un espectáculo, porque cuando eso ocurre, tal como en los tiempos de Roma corremos el riesgo de caer en una crisis política y democrática que afecte todos los ámbitos de nuestra vida. Chile necesita líderes con vocación, integridad y compromiso real con el bien común, no rostros mediáticos sin formación ni propósito.
El llamado es claro: los jóvenes no deben imitar esos modelos. Deben formarse, cultivar la honestidad, el respeto, la solidaridad y la responsabilidad. Solo así podremos recuperar la confianza en la política y construir un país más justo y humano.
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Por Cristóbal Laimböck M