En nuestro país en promedio, el 9 % de los estudiantes de nuestros establecimientos educacionales, ha sufrido en algún momento, de este deleznable fenómeno denominado Bullyng.
Las cifras no son nada alentadoras y, al parecer, van en aumento sostenido con el tiempo.
A veces creemos que este maltrato ejercido de forma física y/o mental, por parte de menores agresivos y con problemas de conducta que a veces no notamos en casa, se desarrolla en un lugar lejano a nuestros hijos o que estos fenómenos, sólo se ven por televisión. No es así…
Este es el caso de una menor de la comuna de Río Bueno, que ha debido pasar por una situación que no quisiéramos para nuestros hijos.
Es un mensaje que trae consigo, profundas reflexiones, tanto para los padres de los chicos que deben sufrir todos los días por este atropello a sus vidas, como para los padres de quienes cometen esta tortura…
A continuación, realizamos una transcripción completa de la carta de la menor, omitiendo nombres y lugares por razones obvias:
Hay ocasiones en las que me siento tan pequeña y hay otras en las cuales me siento… nada.
Hoy me percibo tan miserable, que ni siquiera puedo mirar a las personas que más quiero a la cara. ¿Será normal sentirse tan vacía después de hacer algo que sabes que no está correcto, pero que de todas maneras lo haces?
La autoflagelación, un problema que arrastro desde hace años, pero que sin embargo me hace sentir bien; no anímicamente, si no que para intentar borrar las cosas que me pasan.
Sé que nadie entiende el por qué lo hago, también sé que nadie jamás entenderá a personas como yo. Llevaré las marcas en mis brazos toda mi vida y aun así, siempre me preguntarán el por qué. A esa pregunta no le encuentro respuesta, porque lo que siento, jamás lo entenderán. Tal vez sólo sea masoquismo al cien por ciento o ganas de que pase todo.
No quiero estar triste, no me gusta la tristeza, al contrario, me gusta reír con mi risa hueca, extremadamente hueca y contagiosa, aunque muchas veces ni siquiera tenga el ánimo y ganas de vivir y salir de todo esto que me está sucediendo.
He aguantado la angustia tanto tiempo, que creo que tiene otro nombre…sí, miedo, miedo de perder todo, miedo a la soledad que tantas veces me ha tenido en su seno. Y si no la necesitara, ¿Qué haría? Andaría más enojada durante el día. Con los ojos llorosos.
¿Cómo era todo hace 3 años? Mi vida era tan buena, que ni ganas de llorar tenía, hasta que pasó lo impensable. Personas que eran mis amigas me hicieron daño, mucho daño. Jamás imaginé mi vida a los 16 años así. Me ideaba una vida tranquila o con algunos problemas, pero bien, no sintiéndome una maldita miserable por hacer esto. Cortarse para mí, no es una manera de llamar la atención, sino más bien, una manera de permanecer centrada.
Tengo que lidiar cada día, con el tratar de salir de una enfermedad horrible. Pero quiero que sepan que no me rendiré. Sí, sufrí bullyng, algo muy fuerte. No saben lo que es para mí levantarme cada día y decir: «Hoy será un buen día», porque trato muchas veces de sonreír. Pero disfrazar mi pena, incrementa mis sentimientos y me es casi imposible ocultarlo.
Mirar a la cara a las personas que siempre han estado allí, de una forma u otra y que te pidan “por favor no te hagas daño”, es perturbador. Veo la pena y la lástima en cada una de sus caras y no me dan ganas de seguir.
A veces tan sólo quisiera que me dijeran «estoy contigo». Muchas personas lo dicen y otras tienen mucho miedo de lo que puedas llegar a hacer en ese momento. Aquí y ahora les digo: que no tengo ganas de morir como hace mucho tiempo lo he tenido. Antes era un pensamiento diario y a cada minuto me decía a mí misma «me quiero morir, me quiero morir». No, esa no es la solución. Para nada.
Quizás en un futuro se acaben los problemas, pero aún así, cargaré por todo mi eternidad con las lágrimas de muchas personas a las cuales amo… y son todas ustedes. Así, cuando estén sufriendo, acuérdense de mí, porque soy yo quien no se rinde, ni se rendirá.