Familiares del joven Bayyad aseguraron: “Es imposible que Robinson se haya suicidado»

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Lastimada y extremadamente acongojada se encontraba la familia de Robinson Bayyad Georgos durante esta mañana; esto, mientras se desarrollaba el velatorio que se estaba llevando a cabo en la capilla Ema Asenjo de Larre de nuestra ciudad.

Lastimada por el hecho en sí, pero más aún, por las circunstancias en la que fue hallado el cuerpo del joven durante esa fatídica noche. Por lo mismo y debido a cierta información que la familia posee y que además asegura haber recabado desde diversas fuentes, señalan el deseo de poder llegar a profundizar la investigación acerca de lo ocurrido, pues a su juicio, es muy probable que hayan estado involucradas directa o indirectamente, otras circunstancias en estos hechos.

Así lo afirmó la abogada Lisbet Martínez, cuñada del malogrado joven, quien indica firmemente esta postura: “se ha hablado tanto en estas últimas horas de que Robinson se encontraba en estado de ebriedad al momento de su muerte, que queremos aclararlo, ya que eso no pudo ser posible. Durante la tarde de ese último día en que estuvo vivo, Robinson se encontró compartiendo con toda su familia; conversando acerca de sus últimos proyectos y de algunos negocios que tenía a futuro”.

“ Luego, -continuó- concurrió hasta mi casa, para después de cerca de las 8 de la tarde, asistir a unas charlas de la iglesia –ya que se convertiría en padrino de su sobrino- que lo tuvieron ocupado hasta a las 21:50 horas, momento en que se fue a cumplir con su reclusión, que comenzaba a las 22 horas. Por ello doy fe de que al momento de ingresar al recinto penitenciario, él no se encontraba borracho, lo único que tomó durante toda la tarde, fue solamente una cerveza”.

Testigos y maltrato

De la misma manera, Lisbet asegura que mediante ciertos testimonios recogidos por internos que estaban cumpliendo con las mismas medidas que estaba acatando el infortunado joven, le aseguraron que al momento de ingresar al centro penitenciario de La Unión, Robinson se encontraba en un estado totalmente libre de alcohol, siendo el testigo más confiable (del cual no se pudo confirmar el nombre) un recluso proveniente de la ciudad de Paillaco, el cual no había podido ingresar a cumplir con su reclusión, ya que él sí presentaba síntomas de ebriedad, lo que hace que desde ese momento, la familia levante sospechas de lo que ocurrió esa noche.

Por otro lado, su cuñada asegura que Robinson generalmente comentaba que era producto de maltratos verbales y psicológicos por parte del personal de la institución, donde -señala- que la palabra más recurrente hacia él, era la de “Turco”.

“Hay mucha gente que lo ha señalado y que está dispuesta a declarar sobre estos sucesos”, indica su familiar. “otra cosa que nos hace dudar de lo que sucedió aquella noche, es que Robinson ingresó primeramente, con todos los demás reclusos a las celdas correspondientes, pero al momento de ir a retirar su carné, ya no volvió junto a los demás internos, sino que fue trasladado hasta un calabozo que se encuentra aislado de los otros reclusos”.

¿Qué desea dar a entender la familia con estas palabras?

“Primero que nada, creemos que es imposible que Robinson se haya suicidado. Es imposible que él haya atentado contra su vida, conociéndole como era, no habría tenido el valor de hacerlo.

¿Piensa que hay otras personas que estuvieron involucradas en este hecho?

No quiero decir nada, porque hay abierta una carpeta de investigación y el fiscal de la causa se comprometió con nosotros, de que se investigarían todos los hechos. Vuelvo a repetir: tenemos claro que Robinson nunca hubiera atentado contra su vida, más aún con las proyecciones de vida que tenía a muy corto plazo. Por otro lado, si Robinson se hubiera encontraba en estado de ebriedad como asegura Gendarmería, ¿no debieron haber tenido más cuidado con él, cuidarlo de que no se hubiese ahogado en vómito, por ejemplo?”.

Para finalizar, Lisbet asegura que es muy extraño que a Robinson lo hubiesen ido a inspeccionar cerca de la medianoche, cuando el joven aseguraba en estos días, que las luces del recinto se apagaban a eso de las 23 horas “y nunca más volvían a darse una vuelta”, concluyó.

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