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La ansiedad de la renovación

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6 abr de 2015. 

Por Ignacio Pérez Tuesta, Director Escuela de Periodismo UDLA – Universidad de Las Américas

Si hay algo que ha caracterizado a la sociedad en los últimos 20 años es la lógica de lo desechable, que nos indica que todo lo que comienza a tener mínimas fallas, no se arregla sino que se va a la basura.

Esto se puede ver en los autos, refrigeradores, ropa, celulares y cualquier producto, pero también en otras aristas de la vida como por ejemplo, el deporte. Y en particular, el deporte chileno que ha vivido durante casi toda su historia, reflejando una angustiosa sensación por conseguir logros pero sin importar cómo, lo que redunda en fracasos tras fracasos, algunos con tintes delictuales.

En el caso del tenis, Chile durante casi 15 años se sentó en la mesa de honor del deporte blanco mundial con Marcelo Ríos, Nicolás Massu y Fernando González, pero los mareos del éxito hicieron que pocos advirtieran que no durarían para siempre. Así como cuando alguien se gana la lotería y no entiende que la plata en algún momento se puede acabar.

Por eso que en los últimos tres años nos espantamos, porque pasamos de estar en la elite del deporte blanco a caer por el barrancón sin freno aparente, al punto de estar en la Zona Americana II, casi sin darnos cuenta. Las voces de alarma de “no hay renovación en el tenis chileno”, aparecieron como gritos desesperados en esta lógica tan nuestra de hacer estupendos diagnósticos, pero no entregar soluciones cuerdas y razonadas.

De pronto, por arte de magia, hoy se habla de la nueva generación del tenis chileno con los talentos de Christian Garín, Gonzalo Lama y Nicolás Jarry, quien además es nieto de Jaime Fillol, lo que le da un tinte más épico al actual momento.

¿De qué estamos preocupados ahora? Que ojalá alguno de estos tres talentos explote y trate de llegar lo más alto posible en el ranking ATP y que el equipo de Copa Davis vuelva al Grupo Mundial. ¿Ya no hay histeria, ni renovación, ni crisis? El riesgo de volver al exitismo está a la vuelta de la esquina, olvidándonos de lo importante: desarrollar el tenis, pero de verdad.

El deporte, como toda actividad humana, debe generar procesos con la intención en el camino, no sólo la fijación obsesiva en la cima, de lo contrario se puede caer en un estado de confusión que no permita tomar buenas decisiones pese a tenerlo todo a la mano. Como dice una parte de la canción “Nací para esto” de Gustavo Cerati: “lo terrible del mar, es morir de sed”.

La fijación de borrar todo en vez de prolongar y asumir los fracasos como parte del aprendizaje y crecimiento, nos ha llevado a cometer los más grandes errores en el deporte. Por eso, ojalá que en vez de vivir en el péndulo que es la embriaguez de éxitos tenísticos que aparecen por generación espontánea y la angustia de no tener a ningún tenista que salve un momento puntual del tenis chileno, se aproveche el minuto de gloria para lograr un desarrollo basado en firmes pilares y convicciones, sin pensar en el resultado inmediato.

Porque si la ruta se recorre bien, la meta llegará por consecuencia y eso es mejor verlo ahora en este pequeño verano tenístico.

 

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